martes, 5 de mayo de 2009
Obra gótica mas brillante...
Iglesia catedralicia consagrada a Nuestra Señora la Virgen, situada en Chartres, al noroeste de Francia, considerada como uno de los edificios religiosos más importantes del mundo. El factor decisivo que la hace prevalecer entre otras catedrales francesas es su buen estado de conservación, especialmente el de las esculturas y las vidrieras. La figura más importante en la historia de esta diócesis fue el obispo Fulbert, teólogo escolástico reconocido en toda Europa, que comenzó en el siglo XI las obras de la catedral (sobre el solar que ocupaba un antiguo santuario pagano).
El edificio es de planta cruciforme con el cuerpo principal de 28 metros, organizado en tres naves. La cabecera, situada al este tiene un deambulatorio radial con cinco capillas semicirculares. La bóveda central tiene 36 m de altura, la más alta hasta la fecha cuando fue construida. Esta es cuatripartita y está soportada por arbotantes en el exterior.
La organización en tres naves es sumamente original para la época, con la central mucho más alta que las laterales. Esta dificultad constructiva se solía solventar levantando sobre las naves laterales una amplia tribuna cuya cubierta compensaba el peso de la bóveda central reforzando la estructura, como sucede en las catedrales de Laon o París.
Planta de la Catedral
El maestro de Chartres creando un pilar acantonado consistente en un núcleo cilíndrico central rodeado de cuatro elementos más pequeños que conectan tanto con las cubiertas como con las arcadas que las separan. De ellos el que da a la nave central no tiene capitel sino una cornisa sobre los demás capiteles y que actúa como zócalo del resto de elementos verticales que van a unirse a los arcos y nervios de la bóveda. Con esto se logró una unidad de los complejos soportes sin perjudicar la integridad de cada parte.
La otra novedad es el empleo de un tipo de arbotante totalmente desarrollado. Salvo los superiores, añadidos después de la construcción original, los inferiores son dobles unidos por columnillas radiales. Estos se unen a los contrafuertes externos, muy gruesos en la base y que se complementan con los contrafuertes internos, ocultos bajo el techo de las naves laterales.
El transepto es ancho aunque sobresale poco de la nave principal. Sus fachadas constan de sendos rosetones, el del lado norte describe la glorificación de la Virgen y el del lado sur la glorificación de Jesucristo. Estos se asientan sobre hileras de cinco ventanas sobre tres pórticos, siguiendo las proporciones de la fachada principal y aumentando el efecto de unidad arquitectónica. En un principio se pensó en abrir en ellas simples aberturas pero al final se dotaron de tres profundos pórticos ricamente esculpidos y de dos torres en cada una que quedaron sin concluir. El modelo de rosetones está copiado directamente de Laon pero los pórticos triples son exclusivos de Chartres.
Fachada Sur
A este maestro, cuyo nombre no conocemos, debe atribuirse la planta de la catedral de cuatro torres de Chartres, mas ello no quiere decir que él mismo llevó a cabo la construcción hasta su fin. Las fachadas del transepto – proyectadas como fachadas de doble torres, pero que se levantaron finalmente sin el remate de las torres- revelan tal cantidad de nuevos rasgos estilísticos en su apariencia definitiva, que superan evidentemente el lenguaje formal del primer diseñador.
El maestro que diseño Chartres demostró precisamente su maestría en el manejo arquitectónico del “sistema”, y con ello creó una nueva e imponente forma para la superposición de órdenes horizontales. Sólo después de estudiar cada motivo individual de este sistema tripartito (arcada, triforio, ventana) en su función arquitectónica, comprenderemos por qué aquella solución puede considerarse como clásica y se impuso como tal.
Apenas entramos en Chartres, la altura y amplitud de las arcadas, así como la forma de los apoyos que separan la nave central de las laterales, contribuyen en buena medida a la impresión de grandeza que se desprende del conjunto. La configuración de estas arcadas es resultado de un cálculo artístico para el que nada es obvio o carece de importancia, y que supera –colocándose en un potente salto de una nueva concepción- los trabajos y experiencias de dos generaciones de arquitectos góticos del siglo XII. Para poder comprender al maestro que diseñó la catedral de Chartres, tenemos que familiarizarnos un tanto con los problemas arquitectónicos que allí se planteaban.
Por grande que parezca el salto que dio la arquitectura gótica sagrada hacia una imponente monumentalidad, todavía más nos impresiona la transformación del espacio interior en un ámbito de luz sobrenatural: se diría que la luz misma contribuye a crear el espacio. El maestro de Chartres pudo lograr este efecto merced a una idea revolucionaria en la arquitectura de las ventanas.
La audacia con que el maestro de Chartres conforma la ventana del claristorio no tiene comparación en la Europa de entonces; resulta ya desconcertante la medida gigantesca que asigna a la zona de las ventanas: alrededor de 14 metros, tanto como la altura que ocupan, en la planta baja, las enormes arcadas de la nave mayor.
Mas no se detiene allí: en toda esa altura, y en todo el ancho del tramo comprendido entre los apoyos de la bóveda, quiebra la pared superior con el maravilloso descubrimiento de un ventanal compuesto, formado por dos ventanas lanceoladas y un gran rosetón que flota sobre ellas.
Además el rosetón de la nave mayor de Chartres presenta en si una rica articulación arquitectónica, no solamente por las ocho aberturas que lo coronan, sino también porque el anillo de piedra que queda entre esas aberturas y el marco se encuentra artísticamente trabajado. En su concepto formal se deriva del gran rosetón concéntrico de la fachada oeste.
lunes, 4 de mayo de 2009
Influencia de este arte en la arquitectura de diversos países
El Gótico y sus origenes
Catedral Nuestra Señora de París
Es un estilo artístico europeo que se desarrollo entre aproximadamente el año 1140 y las primeras décadas del siglo XVI, según las áreas geográficas. Se desarrolló en el campo de la arquitectura civil y religiosa, la escultura, las vidrieras, la pintura mural y sobre tabla, los manuscritos miniados y las diversas artes decorativas. El término gótico fue empleado por primera vez por los tratadistas del renacimiento, en sentido despectivo, para referirse al arte de la edad media, al que ellos consideraban inferior y bárbaro (godo, de ahí el término gótico) comparado con el arte clásico.
El principal cambio político experimentado en Europa durante este periodo es la consolidación del concepto de nación estado, unificado por una cultura y una lengua común. En Francia y en Inglaterra surgen unas poderosas monarquías centrales que aumentan su poder a medida que los nobles van perdiendo parte del suyo. En Francia, esta consolidación de la autoridad real se gesta en torno a París y la provincia de Île-de-France, extendiéndose hacia Flandes, al norte, con su floreciente comercio lanar y textil, y hacia la Francia central y la Borgoña, al sur. Luis VI, asesorado políticamente por su amigo el abad Suger, impulsó notablemente este proceso de consolidación entre 1140 y 1180. Sin embargo, la Francia occidental, pese al nacimiento durante el siglo XI de una burguesía enriquecida que aspiraba a gobernar las instituciones urbanas autónomas, seguía siendo feudo del duque de Normandía, quien también reclamaba sus derechos al trono de Inglaterra. Tras la conquista de Inglaterra por los normandos en 1066, sus territorios pasaron a formar parte del imperio anglonormando. La subsiguiente lucha sangrienta entre las monarquías inglesa y francesa por el dominio de la Francia occidental, conocida como la Guerra de los Cien Años y duró desde 1337 hasta 1453, fue un acontecimiento que marco indeleblemente toda la etapa final de la edad media.
Muchas ciudades eran pequeñas, con poblaciones comprendidas entre 10.000 y los 70.000 habitantes; solo pocas ciudades como Londres, París, Florencia y Venecia, alcanzaban los 100.000 habitantes.
La transformación social experimentada por Europa durante la edad media tardía hay que atribuirla, principalmente, al auge de las ciudades y el crecimiento del comercio. Surgieron gran cantidad de ciudades y en algunos casos se resurgieron las antiguas ciudades romanas. El principal agente que permitió este crecimiento fueron las cruzadas, puesto que ellas despertaron en las personas el espíritu aventurero; debido a esto los europeos se fueron desplazando hacia el mediterráneo, donde posteriormente se fundaron importantes ciudades comerciales.
La economía que se desarrollada posteriormente en las ciudades europeas fue de industria del tejido de la lana, como es el caso de Inglaterra, Flandes e Italia, puesto que, las tierras de labor, agotadas después de siglos de agricultura, fueron transformados en pastos para el ganado lanar. Ciudades como París, Marsella, Londres, Bristol, York, Brujas, Gante, Florencia, Pisa, Francfort y Numberg, se convirtieron en importantes centros de intercambio de mercancías.
Esta actividad produce el nacimiento de un arte singular: el tejido de tapices, que tuvo un prestigio social importantísimo. No para sus autores, que nunca pasaron de la consideración de meros artesanos, sino para sus poseedores. No habiendo una clara separación entre las artes industriales y las que hoy consideramos bellas artes, podría decirse lo mismo de maestros de obras, pintores y escultores, que aunque conservemos el nombre de muchos de ellos, no pasaban de ejercer también uno de los oficios viles y mecánicos, ni siquiera equiparables a las profesiones liberales.
La cultura del antiguo régimen feudal se fue sustituyendo por una nueva cultura mercantil urbana, y esto dio surgimiento a la figura del burgués, es decír habitante u originario de una ciudad medieval o Burgo, de clase acomodada, que por lo comun posee un negocio o industria. Esta población Burguesa, pronto rivalizaría en influencia con el clero y la nobleza. Controlando las ciudades emergentes, y jugando un papel paralelo al de los comerciantes, hay que hablar de los gremios artesanales, que eran unas organizaciones que, además de adiestrar aprendices en el oficio, establecían unas normas de conducta y de profesionalidad.
En lo religioso frente a las pequeñas y oscuras iglesias rurales del románico, el gótico eleva prodigiosas catedrales llenas de luz, desarrolla una importante arquitectura civil e independiza a las otras artes plásticas (pintura y escultura) de su subordinación al soporte arquitectónico.
No fue un fenómeno petrificado. Aunque nada supiéramos de sus transformaciones, la misma diversidad de los espacios destinados al culto nos permitiría sospechar la fuerte agitación en que se desarrollo esa vida religiosa. La diferencia entre lo románico y el arte gótico no se reduce a diferencias en la construcción: ha variado también la participación en las ceremonias del servicio divino. O sea que, si bien el dogma permanece invariable, lo que se ha modificado es el sentimiento piadoso. EL gótico entraña una nueva piedad de la Edad Media cristiana, caracterizada por un anhelo de participar de manera más inmediata en las verdades reveladas. El espacio imponente de la catedral gótica, lleno de una luz irreal, ejerce en las almas de los creyentes una acción muy distinta a la del interior de las construcciones románicas.
El predominio de la inspiración religiosa en el arte sigue siendo indiscutido, el monasterio como institución apenas varía excepto en detalles formales y de adaptación a nuevos requerimientos, la misma planta de las iglesias sigue siendo predominantemente la cruz latina con cabecera en ábside orientada al este, aunque se complique o varíe (plantas basilicales, colocación del transepto en el centro, complicación de naves, capillas y girolas). Sin duda el principal elemento de continuidad es la concepción intemporal de la obra: en la mayor parte de las construcciones los estilos se suceden y funden al ritmo de los siglos, sabiendo los contemporáneos que hacen una obra que ellos no verán terminada, ni quizá sus hijos o nietos. En muchas de ellas, incluso se pone en valor el atrevimiento por comenzar un desafío técnico o económico (a veces por rivalidad política) que cuando se inicia no se ha planificado cómo terminar, como es el caso de las catedrales de Siena y de Florencia.
A nivel arquitectónico, el estilo gótico nació en torno a 1140 en Francia, siendo considerada como el primer monumento de este movimiento la basílica de la abadía real de Saint-Denis o San Dionisio (edificada por el abad Suger, consejero de Luis VII de Francia).
También desde finales del siglo XII y comienzos del XIII se divulga por los monasterios de la orden del Císter un estilo despojado de ornamentación y reducido a la pureza de los elementos estructurales, expresión de las concepciones estéticas y espirituales de Bernardo de Claraval, que se suele denominar arte cisterciense.
Este arte se ha definido durante mucho tiempo de manera bastante superficial, exclusivamente por la utilización de uno de sus elementos, el arco apuntado, al que suele llamarse ojival, del que se deriva la bóveda de crucería que permite desplazar los empujes a contrafuertes externos, que se alejan aún más de los muros mediante el uso de arbotantes. Eso permitió la construcción de edificios mucho más amplios y elevados, y el predominio de los vanos sobre los muros. Los elementos sustentantes (pilares de complicado diseño) quedan mucho más estilizados. Pero la utilización de un elemento no puede definir un estilo de forma global, se trata de un problema más amplio, de una nueva etapa histórica, una nueva concepción del arte y con el del mundo. Un elemento estructural, por importante que sea, no puede resumir un concepto global sobre la vida.
Los nuevos edificios religiosos se caracterizan por la definición de un espacio que quiere acercar a los fieles, de una manera vivencial y casi palpable, los valores religiosos y simbólicos de la época. El humanismo incipiente liberaba al hombre de las oscuras tinieblas y le invitaba a la luz. Como las nuevas técnicas constructivas hicieron virtualmente innecesarios los muros en beneficio de los vanos, el interior de las iglesias se llenó de luz, y la luz conformará el nuevo espacio gótico. Será una luz física, no figurada en pinturas y mosaicos; luz general y difusa, no concentrada en puntos y dirigida como si de focos se tratase; a la vez que es una luz transfigurada y coloreada mediante el juego de las vidrieras y los rosetones, que trasforma el espacio en irreal y simbólico. El color alcanzará una importancia crucial.
El arquitecto gótico organiza una estructura que le permite, mediante una sabia utilización de la técnica, emplear la luz, luz transfigurada, que desmaterializa los elementos del edificio, consiguiendo claras sensaciones de elevación e ingravidez.